El soldado del miedo y la trenza de la vida


El soldado del miedo y la trenza de la vida

Dos almas humanas de entre la diversidad de almas y de humanidades, venían de viajes no poco agitados, de incendios indeseados, influenciados por las llamas de un fuego sagrado que se llevaba la inocencia de sus cuerpos. Traiciones medulares que forman parte del desarrollo vital y da lugar al soldado del miedo.
La trenza de la vida los cruzaba, los ponía frente a frente, unidos por la mirada encantada. Primero en tiempos de pasarelas y amigotes, como un juego que aun no podía ser jugado. Y luego, como embrujo del destino, por segunda vez en el deseo apasionado de lo indebido.
Ambos entraron tomados de las manos a la morada de las caricias y esperanzas. Ahora si, en un juego tan poético que no les cabía en el cuerpo. Pero la morada no era externa… sino que era un “nosotros” que se reproducía momento a momento. Y conforme el tiempo pasaba, el soldado del miedo comenzaba a sospechar. Y pequeñas fogatas, iniciadas por el propio señor del destino, en colaboración con ellos mismos, fueron vistos por este soldado fiel a su función protectora, como nuevos fuegos sagrados que evocaban la traición. Y es así que el humo de unos focos remotos, les cubrió la visión. Y ya no se vieron. El humo llego a introducirse en sus venas, y quedaron ciegos emocionales.
E intentaron hacer lo que sabían, lo que el instinto original demanda… salvarse, correr, agredir, pero lograr salir como sea de ese morada, que creían consumirse con las llamas.
Salieron de la morada de las caricias y esperanzas, para volver a cobijarse en la casa de la rutina, remolinos de cotidianidad con giros ya conocidos.
Y allí quedaron en lo que dicen “querer” evitando preguntarse por si “quieren” ese “querer”, nobles servidores de la vida, condes de la nostalgia, reyes de la bondad en el reino de quizás haya algo más.
Pero la trenza de la vida en cada cruce hace un nudo, y ese nudo quedo atado mas allá de lo visible, haciendo un enlace de almas, de energías, que trasciende las filosofías de lo natural, e incursiona en esa dimensión llamada a-mor, donde el “mor”(muerte) no es el límite del encuentro físico.
Y si miras bien, veras a lo lejos como la trenza de la vida se aleja, para volver quien sabe cuando y donde… y con quien.

Fernando Saens Ford
(Gracias por compartir)

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