Semana Santa

Semana Santa



Viernes… Viernes Santo… el aire está impregnado de melancolia para aquellos que creen en Aquel que se entregó en la cruz para enseñar un tal amor a la humanidad.

Para ella es solo un día más de de natural melancolía… Ya hace mucho tiempo Señora de Nadie se olvido de la catequesis.

Con ansiedad espera la noche para (si tiene suerte) dar unos pasos de baile en alguno de los boliches bohemios y ¿Quién sabe encontrar a alguien dispuesto a dar y a recibir unas pocas migajas de ternura?

“Ya... Ya deja de pensar…”

Hace mucho las ilusiones son ráfagas ligeras sin tiempo de acomodarse.

Con (cuantos no sabemos) más de sesenta, con ropa demasiado barata y vulgar se ve a lo lejos que señora nunca lo ha sido.

Hora del ritual de preparación para ir al templo… ya es difícil maquillarse… Demasiados pliegues para un maquillaje sin mucho recurso. Sin embargo se planta adelante del pedazo de espejo y casi con furia golpea la gastada esponja del polvo contra las indeseadas arrugas, engañándose al buscar la imagen de veinte, treinta o (podría ser?) cuarenta años antes.

Se enfunda en una pequeña minifalda rojo brillante, acomoda las medias en las flacas piernas “ aiiiii, hay hilos corridos… bue.., total en el boliche no se nota..”

Top haciendo juego con la pollera que en mejores épocas conocieron cuerpos mas firmes, pero ya demasiados gastados fueron parar a la feria americana de la otra cuadra, ahí, justito antes de la vía.

“macana que no había corpiño rojo, bah, el negro no quedaba tan mal”

(Claro! No quedaba mal si no la mirabas!)

Por ultimo los tacones los tacones negros que agotados pedían jubilación, y la carterita con infinita cantidad de lentejuelas a menos abrigando lo que quedaba del lápiz labial y la polvera.

Que emoción! Siempre se emocionaba mientras subía la estrecha escalera y las tenues luces escarlatas la empezaban a acariciar como si ella todavía fuera ella.

Que suerte… Ahí estaba este buen muchacho… la verdad no bailaba muy bien, pero te hacia un poco de pata en la pista, mientras no encontraba a ninguna desconocida, para contar historias de éxito, con la gracia propia de quien de esto solo conoce el intento.

Dieron unos desgarbados giros por el salón, hasta que él se fue hacer pata a otra, mientras buscaba una cara nueva.

Sed… Mucha sed… El estomago reclamando algo de comida…

“suerte que en un rato se servirían esos sanguichitos gratis…”

Un vaso (que ella quiso creer) olvidado, la anima un poco… Recorriendo el salón otros más la seducen.

“hora de ir al baño…” El espejo le devuelve una imagen borroneada de si y el metro setenta que entra atrás, burlándose de la tira rota del corpiño que debiera ser rojo…

Pies doloridos… Cansancio… Sábado de Aleluya… Esperanza “¿Quién sabe?”

Sus amadas luces la acariciaban en despedida a sus pasos tambaleantes…

La vereda…

“Hay que cruzar… “fuerza nena”

Un ruido seco corto la noche y la Rivadavia…

Otra crucifixión…

Ella también entrego su vida intentando descubrir la cara del tal Amor.

Lo descubrió siendo una simple mancha besando la calle… Una simple mancha, una más en la consciencia de la soledad.

Rose Mary

Cuento publicado en el libro Universo Rojo - Circulo Peazeta

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